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En un pequeño rincónde Maimara había una oficinade correos que parecía    sacada de un cuento. Las paredes estaban cubiertas de estantes con cartas que aguardaban su destino. En aquel lugar un joven llamado Manuel se dedicaba a ordenar las cartas, aunquesu verdadero amor eran las estampillas.

Cada estampilla representaba un pedazo de historia, un pequeño tesoro que  habíaviajado de provinciaa provincia y de ciudad en ciudad. Su pasión por la filatelia lo llevó a estudiar cada estampilla con detenimiento, maravillándose con los colores, los diseños y las historiasque escondían. Desde estampillas de paisajes hasta retratos de figuras históricas, cada una le  contaba una historia de amor, aventuray descubrimiento